
Huracán, ciclón o tifón, son sinónimos del mismo fenómeno metereológico. Clement L. wragge, metereólogo australiano del siglo XIX, es conocido como el primero que bautizó a los huracanes. Eligió nombres biblicos como Rahab, Zaqueo, Tamar y Uza.
Se dice que la costumbre moderna de dar nombres más comunes a los ciclones comenzó en la Segunda Guerra Mundial, cuando se escuchó a un operador de radio silbar una popular canción que decía: "Toda brisa pequeñita parece susurrar: Luisa", cuando se transmitía a la Fuerza Aérea de Estados Unidos la advertencia de una tormenta. Así que la tormenta recibió el nombre de Luisa.
De 1963 a 1979 la Comisión Metereológica de Estados Unidos solo dió nombres femeninos a los huracanes; pero en 1975 el servicio metereológico australiano comenzó a asignar nombres de ambos sexos y el Servicio Metereológico Mundial hizo lo mismo en 1978. Los nombres se aplican en orden alfabético de la A a la W, y los que se asignan a ciclones o huracanes particularmente destructores no se vuelven a emplear.
Por ello, en la actualidad hay una falta de nombres femeninos populares que comiencen con las primeras letras del alfabeto y los metereólogos han tenido que recurrir a nombres menos usuales como Chantal.
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